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SOS Animal

  • Yosimar Carrillo, Deivy Galvis y Wilson Serrano
  • 14 jun 2017
  • 10 Min. de lectura

Escrito en septiembre de 2016

La puerta de la entrada que dice “empuje” es una clara invitación para conocer el mundo que hay dentro; los ladridos, el olor canino y los movimientos de cola nos dan la bienvenida a Pequeños Animales.

Alrededor de 300 perros son atendidos por semana en la clínica veterinaria Pequeños Animales, gracias a la atención especializada de alta calidad que presta a sus pacientes. | Foto: Wilson Serrano.

“¿Cómo estamos de respiración?”, pregunta el médico veterinario, Jorge Reyes, inclinando la mirada a su asistente, quien con una expresión confirma que todo está bien. Mirringa, una gata que sufrió cuatro fracturas en la pata trasera derecha, ingresó al quirófano para ser la última mascota intervenida de la noche. Han transcurrido aproximadamente diez minutos desde que el doctor empezó a operar a la felina y el quirófano está cada vez más impregnado de un olor fuerte a sangre que, a diferencia de la de humano, tiene un aroma a hierro más concentrado. Al ver tres gasas completamente llenas de sangre y sus guantes color vinotinto, surge la pregunta: -“¿Por la pérdida de sangre no hay riesgo?” -“No, es normal”, respondió el doctor Reyes.

La radiografía en el negatoscopio es la guía para el doctor Jorge. La camilla donde está Mirringa está en el centro del quirófano, a su pata apunta la luz necesaria para que el doctor pueda introducir las agujas intramedularmente, haciendo uso de un taladro inalámbrico que prepara su asistente; estas agujas permanecerán entre uno o dos meses dentro del animal. “Estaba terrible, había pasado mucho tiempo desde el golpe”, afirma el doctor Reyes al ir concluyendo la operación.

Este es uno de los 300 casos que puede atender la clínica veterinaria Pequeños Animales por semana, en la calle 20 con carrera 19 del barrio San Francisco, en Bucaramanga, que brinda servicios de alta calidad a todo el oriente colombiano, y cuenta con un cuerpo médico de ocho veterinarios dedicados a diferentes especialidades. El director Jorge Ricardo Reyes Villa, médico veterinario con áreas de profundización en cirugía, ortopedia y dermatología canina, asegura que el objetivo es seguir ofreciendo servicios en óptimas condiciones, acompañados de equipos y tecnología de punta.

Hace 60 años la clínica veterinaria fue fundada por Santiago Reyes Amaya, el padre de Jorge, quien era un veterinario que administraba procesos productivos del campo como ganadería, porcicultura y avicultura, siendo uno de los pioneros de la industria avícola en Santander. La idea de la clínica nace a partir del compromiso de prestar un servicio especializado en la época para los pequeños animales, de allí su nombre. “Desde su fundación hasta el año 1985 aproximadamente empecé a tener vínculo con la clínica en compañía de mi hermano, Héctor Leonardo Reyes Villa, que es mi socio”, cuenta Jorge Reyes.

Al comienzo el trabajo fue arduo, el mundo de la afición canina era supremamente limitado y el departamento santandereano no era la excepción, jamás se había tenido en cuenta a las mascotas como parte de la familia. Frente a este gran reto, hubo la necesidad de ir contratando gente que facilitara el funcionamiento de la clínica, como sucedió con el caso de María Pilar Carvajal, quien lleva trabajando allí alrededor de 25 años.

Aunque Pilar estudió auxiliar de enfermería, el amor por los perros la llevó a trabajar en Pequeños Animales. Mientras cuida un labrador negro que acaba de salir de un proceso de transfusión de sangre, comenta que “para el doctor Santiago el requisito primordial para trabajar en la clínica era el gusto hacia los animales, el resto se aprendía en el día a día”. Fue así como “Pili” en una semana aprendió a tomar temperatura, inyectar y a poner sonda.

“Martina llegó con la pata necrosada y fracturada, no le servía para nada. Se le fueron suministrando medicamentos, pero no presentó mejoría, al cabo de 3 o 4 días le amputaron la patica”, afirma su dueña, Lynda Lache. | Foto: Wilson Serrano.

Dentro de la veterinaria se tejen distintas relaciones afectivas, una de ellas es la de Martina, una perra criolla que está bajo el cuidado de Lynda Lache, practicante de la clínica. Luego de la cirugía en la que se le amputó la pata delantera derecha, decidió adoptarla al saber que sería llevada a un albergue por sus dueños. “La vida para un animal doméstico en un albergue no es buena y por eso la adopté”, afirma Lache. A pesar de su condición física, Martina se desplaza dando pequeños saltos por toda la veterinaria, mientras acompaña a su nueva dueña en el turno.

Junto a Martina también está Robin, un perro Pointer inglés que habita en la clínica desde hace dos años y está allí desde cachorro, por lo que está acostumbrado a todos los perros visitantes que ingresan en su territorio y que al juntarse, tan solo los huele y se da la vuelta en busca de algo de comida.

Bucaramanga cuenta con más de 300 sitios de atención primaria para mascotas, siendo Pequeños Animales la primera clínica veterinaria en fundarse. “Mi papá siempre soñó con tener una clínica veterinaria que llenara todas las expectativas del medio, pero nunca pensó que la especialidad de la clínica llegara a proyectarse al nivel que se ha proyectado hoy en día”, asegura Jorge Reyes.

En la actualidad, las mascotas han empezado a ocupar un lugar muy importante en el núcleo familiar, por esta razón se hace necesario la especialidad en estas y un adecuado espacio para su atención. En la clínica Pequeños Animales, después de pasar la puerta, a la izquierda, está la zona administrativa, frente a esta una vitrina llena de medicamentos, con un aviso: “favor no dejar que su perro se orine en la vitrina”. Al cruzar a la derecha está la recepción, la sala de espera, el ‘pet shop’, el baño, un consultorio general y uno especializado en oftalmología. Más adelante, detrás de un cartel iluminado, está el área de hospitalización que cuenta con 10 camillas enumeradas y con el nombre respectivo del paciente.

Pequeños Animales cuenta con un departamento de cirugía ortopédica, cirugía oftalmológica especializada, cirugía general, cirugía de tejidos blandos, un servicio de cardiología especializado, cuidados intensivos, laboratorio clínico, que la posicionan como la mejor clínica a nivel municipal. | Foto: Wilson Serrano.

Al pasar el área de hospitalización, está el pasillo, a la izquierda el área quirúrgica que cuenta con una zona prequirúrgica en donde se prepara al animal para la operación y un quirófano con capacidad de atender a dos pacientes. A la derecha del pasillo está el cuarto de rayos equis y un laboratorio auxiliar para el análisis de heces fecales, en la pared de la habitación está pegado un cartel que indica: “después de utilizar las láminas, favor colocarlas en agua, gracias”. Terminando el pasillo hay un patio donde están otros perros en recuperación.

Bajando las escaleras está la peluquería, con una plataforma de aluminio en la cual se realizan los servicios de peluquería y baño animal. Además, el cuarto cuenta con 10 jaulas disponibles para su uso, que en las noches -debido al frío- sirven de estadía para los animales hospitalizados. Debajo del sifón de la bañera de las mascotas hay un filtro especial que evita la acumulación de pelos, previniendo así un posible taponamiento.

Saliendo de la peluquería hay dos pasillos, el de la derecha conduce a la sala de recuperación, también denominada por los veterinarios Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), donde se encuentran los casos que requieren más cuidado; por esta razón es necesaria la constante atención de practicantes, preparados para cualquier imprevisto. En el pasillo de la izquierda están las jaulas para los gatos, adecuadas con una hamaca para dormir, una taza con papel periódico y un ‘gimnasio’. Es aquí donde se encuentran Mirringa y otros gatos en recuperación.

Después de las jaulas de los gatos, continuando el pasillo a la izquierda, está el dormitorio del personal nocturno, donde hay tres camarotes disponibles para su uso. Al fondo del corredor, está el área de los pacientes infecciosos, donde por el momento solo está Tobby, un perro criollo con parvovirosis, que por su patología es retirado de los demás animales. En este cuarto hay también un nevecón, que es utilizado para guardar los cadáveres de los animales dentro de una bolsa plástica y están allí hasta que sus respectivos dueños los reclamen. Los veterinarios también le llaman “cuarto frío”.

En el momento en que fallece algún animal, Pequeños Animales le informa al propietario y le da a conocer dos propuestas: la primera, una cremación comunitaria por parte de la empresa Descont, la encargada de recoger los residuos biológicos de las clínicas; y la segunda, contactar a la empresa privada Animal Park, que presta diversos servicios exequiales a gusto del dueño. Entre estos, el ‘descanso’ de las cenizas de la mascota en un cementerio para animales.

Noche de emergencias

7:00 p.m. es la hora para terminar el turno del día y entregar detalles sobre la situación de cada paciente. A partir de esta hora comienza el servicio de urgencias a cargo del médico veterinario Néstor Caicedo. El turno de la noche tiene otro ritmo, Néstor no solo desarrolla actividades de su profesión, también es recepcionista, portero, recibe el dinero y conoce el precio de cada procedimiento.

Los donantes universales de sangre son perros de raza Doberman, Pitbull y Labrador. Para el proceso de transfusión los propietarios de las mascotas deben conseguir a posibles donantes que cumplan los parámetros necesarios para realizar este procedimiento. | Foto: Wilson Serrano.

A diferencia del día, la noche acarrea una responsabilidad más alta, no solo por el cuidado de la clínica y sus instrumentos de alta tecnología, sino por los pacientes hospitalizados, porque ellos ya son parte de una familia. ¿Cuál ha sido el caso más terrible que le ha tocado atender? –“Un perro Rottweiler de Lebrija, que saltó la cerca de la casa, no se dieron cuenta y uno de los ‘filitos’ le hizo una incisión abdominal y se le salieron las vísceras”–comenta Néstor, quien a su vez realiza un gesto desagradable que le produce recordar aquel momento.

El timbre es un llamado de emergencia al que Néstor acude ágilmente, y al mismo tiempo la veterinaria es invadida por los fuertes ladridos. Caicedo aclara que para recibir emergencias animales lo primero que hay que hacer es estabilizar al paciente y después cumplir la función de “psicólogo” tranquilizando a los propietarios. “Usted no necesita tratar al perro, necesita calmar al dueño”, asegura el veterinario.

10:02 p.m., llega el joven encargado del aseo y de los quehaceres de la clínica. Como todos los que trabajan en la veterinaria, su disposición evidencia el cariño y afecto para tratar a los animales. Antes de ayudar a trasladar a los perros hospitalizados a la zona de recuperación, verifica que cada paciente haya recibido alimentación y tenga su respectiva cobija. En el día son tres personas encargadas del aseo, en la noche una y tan solo por un par de horas.

Néstor conoce las razones por las que cada uno de los perros está internado esa noche. Él sabe muy bien cada historia y, mientras señala, relata los padecimientos de dos casos especiales. –“A ese labrador negro de allá lo atropelló el mismo dueño, estaban en la finca y la señora dice que no se dieron cuenta de cuándo pasó esto”.

El segundo caso es más delicado, pues se trata de una bóxer de tono café que presenta un problema en el hígado llamado ascitis, enfermedad que provoca una acumulación de líquido en la cavidad abdominal, lo que le da una apariencia de embarazo. “A esa perra anteanoche le saqué 4 litros de ese trasudado, que es el mismo líquido que se acumula. Por eso le harán una laparotomía (intervención quirúrgica), para así determinar si es cáncer o qué es ese líquido”, asegura Caicedo.

Todas las decisiones y procedimientos realizados al paciente, sumados al diagnóstico, son consignados en la historia clínica, que para Néstor es un documento relevante, pues demuestra el proceso del animal dentro de la veterinaria y en caso de demandas, sirve de apoyo para su resolución.

Para Pequeños Animales los asuntos legales no son un tema nuevo. Tuvieron que conciliar alguna vez con la dueña de una perra que presentaba secreciones de leche en los pezones, por lo que los doctores asumieron que estaba embarazada, aun cuando su propietaria insistía en que nunca había tenido ‘monte’. Afortunadamente el veterinario que la atendió apuntó en la historia las afirmaciones de la mujer, ya que le recetó a la canina un medicamento que detiene la secreción, pero con el efecto secundario de causar abortos, del cual la perra no se pudo salvar. “Cuando la perrita abortó, ahí sí vino a pelear. Menos mal que el médico anotó en la historia clínica que ella [la dueña] no dejó hacer la ecografía”, recuerda Caicedo.

Perdiendo el miedo a la cirugía

Desde 1985 Jorge Reyes está a cargo de la clínica, aunque su primer acercamiento con los pequeños animales fue a sus 15 años. Su padre Santiago estaba fuera del país, por lo tanto había un médico veterinario encargado de lunes a viernes. El fin de semana la veterinaria no prestaba sus servicios, y fue precisamente uno de estos días en que llegó una señora con su perra embarazada casi muriendo.

“No había opción. Le dije que si quería, que confiara en mí, que había ayudado a mi papá a hacer muchas cesáreas”, relata Jorge sonriendo mientras revive aquella situación. Reyes estaba capacitado en ese momento para realizar ese tipo de procedimientos, pues se crió en medio de mascotas y solía apoyar a su padre en el trabajo desde que era un niño.

Después de salvar a la perra y a su cachorro, el doctor Jorge Reyes le perdió el miedo a las cirugías. Y no solo ha operado animales domésticos, sino que animales de fauna silvestre también han pasado por su quirófano; el último de estos un tigrillo.

Según su colega, Néstor Caicedo, para atender a una perrita en el proceso de parto lo primero que el doctor debe hacer es la palpación; seguido de esto, una radiografía que permite saber en qué posición vienen los cachorros; luego, aplica un medicamento que mejora las contracciones, para finalmente informar el estado de la paciente al médico encargado de recibir a los perritos.

Néstor, a pesar de la pasividad en su expresión, demuestra con cada una de sus palabras el gran amor que tiene por los animales. Es más, es dueño de cinco perros y tres gatos, algunos de estos adoptados de la veterinaria. “Uno se va enamorando. Ya llevo de acá dos perros y tres gatos para la casa, porque da embarrada. Ya uno los conoce”, confiesa.

Jorge se mueve dentro de una rutina estricta: dirige la clínica, dicta clases en tres universidades de diferentes municipios, tiene un grupo de música andina colombiana, es oficial profesional de la reserva del Ejército con la ilusión de tomar un curso de teniente coronel, y además es un apasionado por el arte; esto lo demuestra en detalle la clínica con sus óleos, murales y cuadros de ambiente animal.

Durante los cinco minutos de receso que puede tomarse durante el día, Jorge resume su historia y la evolución de la clínica veterinaria Pequeños Animales. Después de palabras emotivas y recuerdos entre risas, mira su reloj y dice: “he intentado llevar una vida con varios matices, pero la cirugía es mi pasión. De hecho, voy de salida a operar”. Se levanta, abre la puerta del consultorio y se dirige a intervenir a un desafortunado tigrillo con la esperanza de poder salvarle la pata.

Los ojos de Jorge tienen un brillo especial que siempre delata su pasión por brindarle a cada animal que atiende la mejor calidad de vida posible. Un brillo que nunca desfallece, tal como su amor por los “Pequeños Animales”.

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